Crisis Institucional



El debilitamiento y quebrantamiento continuo de las  Instituciones venezolanas,  experimentado en los últimos 50 años  en Venezuela, han  representado el  “epicentro del movimiento sísmico con características devastadoras”, para que nuestra moneda nacional, el bolívar, haya perdido su fortaleza, apreciación y prestigio a nivel mundial.
Las instituciones se conciben como  estructuras orgánicas, con vida propia,  que promueven, orientan,  rigen y regulan  todas  las actividades humanas. Las mismas están integradas dentro de la dimensión ético-cultural, en lo que respectan a los usos, hábitos, costumbres o normas que  envuelven al complejo sistema de interrelaciones en el ámbito social,  económico y político de los miembros de una sociedad.
Entonces, sin ambigüedad puede afirmarse que las instituciones i) han sido creadas para  satisfacer de manera equitativa y efectiva, las necesidades propias de un país,  hacia la consecución de una visión compartida de desarrollo sustentable; ii) parten  de una perspectiva integral y de  compromiso individual por parte de cada uno de sus miembros; y, iii)  cumplen de manera fiel y transparente el marco jurídico-normativo que sirven de soporte al conjunto de acciones y actividades que se proponen ejecutar.
En nuestra sociedad con frecuencia e insistencia se afirma que vivimos una crisis institucional a todo nivel. Que las diferentes organizaciones o entes institucionales no cumplen con su misión, y que motivado a ello estamos en presencia de una decadencia involutiva de carácter irreversible. Muestra de ello, el comportamiento de una de las facetas de la Institución Económica Venezolana  que se pasa a describir a continuación:
Cualquier país mide su nivel competitivo, y en cierta forma su calificación de riesgo, en términos de una relación que se conoce como tipo de cambio, el cual es el precio que debe pagar una moneda débil (por ejemplo el bolívar)  para poder obtener una  moneda (divisa)  fuerte (por ejemplo el dólar USA). Sin embargo, como todo precio, este debe ser producto de una situación de equilibrio entre lo que se demanda y oferta de dicha divisa; caso contrario generaría situaciones indeseables, principalmente en aquel país con un tipo de cambio que no proyecte de manera fidedigna la  situación real de su economía.
A manera de ilustrar lo anterior, se muestra el escenario para Venezuela en el 2.014,  con una alta  tasa  de inflación del 70% anual, y  un tipo de cambio oficial de 6,30 bolívares por unidad de dólar USA; el cual propicia una situación donde resulta más económico comprar (importar)  en el extranjero.  En particular, un país como Colombia  con una inflación que no supera el 5% anual y una relación  oficial de 2.304,12 pesos por dólar USA (equivalente aproximado de 360 pesos por bolívar), sus  importaciones se ubican en el 2.014 alrededor de los mil seiscientos millones de dólares, frente a las exportaciones o ventas que  solo representan el 20% de este total.   
Veámoslo más específicamente con datos aproximados: una gaseosa de 2 litros en Colombia tiene un precio de 1.3  dólares, mientras su precio en Venezuela es de 82 Bs, equivalente a 13 dólares (es decir 82/6,3). Se evidencia que el mismo producto resulta más costoso en Venezuela, dada una situación de moneda sobrevaluada, lo que posibilita la adquisición de 10 gaseosas en la  Republica colombiana.
Sin embargo, ante esta situación económica de carácter formal y nominal, subyace una realidad turbulenta, inestable e  impredecible,  que actúa con mayor impacto negativo, sobre el aparato productivo nacional y la sociedad como un todo. El tipo de cambio real producto de las distorsiones estructurales de la economía, desata una desenfrenada actitud especulativa. Donde cualquier relación de bolívar a dólar que se establezca por encima del precio de la gaseosa en Venezuela, (82,0 bolívares), y que se ubique por encima del precio del mismo producto pero en territorio colombiano,  dará la oportunidad  para que se produzca una  ganancia: debido al diferencial cambiario.
Consecuentemente, esta dinámica económica, generada gracias a una moneda nacional  sobrevaluada, al continuar con los mismos patrones históricos y éticos-culturales condicionan el  agravamiento de los desequilibrios estructurales: i) Incremento mayor de las importaciones o de exportaciones (de Colombia a Venezuela por ejemplo); ii) Aumento de remesas por parte de venezolanos al extranjero; iii) disminución de la inversión extranjera producto del desmejoramiento de la economía y la seguridad interna; iv) Empeoramiento de la calificación Riesgo País; v) Afectación de la tasa de crecimiento del Producto Interno Bruto (PIB); vi) Mayores niveles de inflación y pobreza; vii) Acentuación del Déficit Fiscal; viii) Comportamiento negativos de la: Tasa de Desempleo , Tasa de Interés Real (interés con respecto a la inflación) y Tasa de Cambio (sobrevaluación y  devaluación  recurrente).

Fuente: Diario La Nación ( San Cristóbal, 18-12.2.014)

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