El “Día del Padre” dedicado a nuestros “Hijos Infinitos”




MENSAJE DE LA JUNTA DIRECTIVA DE LA APUNET
El “Día del Padre” dedicado a nuestros “Hijos Infinitos”
En ocasiones como el Día de la Madre o el Padre no es sencillo expresar los sentimientos o emociones, más aún en situaciones donde el entorno influye dramática y notablemente sobre ellos.  Sin embargo, siempre agradeceremos al “Dios Todopoderoso” que nos haya puesto en el camino de la vida a nuestros hijos y estudiantes (de ayer, hoy y siempre): sus triunfos, fracasos, alegrías y tristezas integran nuestro ser.
Además, aunque ancestralmente forma parte de la cultura que los “hombres no deben llorar”, hoy en día las Madres y Padres con la “mano en el corazón” y la “fuerza de la moral y la convicción”, le manifestamos a los “cuatro vientos”, y en particular al Presidente de la República Bolivariana de Venezuela, que no queremos más luto en nuestros hogares a causa de decisiones gubernamentales que a todas luces se hacen a “espaldas” de la gran mayoría del pueblo venezolano.
Por tanto, en todo el año que corresponde al “Día de la Madre”, y en este “Día del Padre”, que en esencia representan los “Días de nuestros Hijos”, exhortamos al Primer Mandatario Nacional, que no siga desaprovechando la oportunidad histórica en rectificar su accionar y trascender favorablemente en nuestra sociedad, lo que conllevaría a evitar más pérdidas humanas: en particular los jóvenes que representan nuestro mayor y mejor tesoro….que por naturaleza son nuestros
“Hijos Infinitos”….

“Los Hijos Infinitos”
Cuando se tiene un hijo,
se tiene al hijo de la casa y al de la calle entera,
se tiene al que cabalga en el cuadril de la mendiga
y al del coche que empuja la institutriz inglesa
y al niño gringo que carga la criolla
y al niño blanco que carga la negra
y al niño indio que carga la india
y al niño negro que carga la tierra.
Cuando se tiene un hijo, se tienen tantos niños
que la calle se llena
y la plaza y el puente
y el mercado y la iglesia
y es nuestro cualquier niño cuando cruza la calle
y el coche lo atropella
y cuando se asoma al balcón
y cuando se arrima a la alberca;
y cuando un niño grita, no sabemos
si lo nuestro es el grito o es el niño,
y si le sangran y se queja,
por el momento no sabríamos
si el ¡ay! es suyo o si la sangre es nuestra.
Cuando se tiene un hijo, es nuestro el niño
que acompaña a la ciega
y las Meninas y la misma enana
y el Príncipe de Francia y su Princesa
y el que tiene San Antonio en los brazos
y el que tiene la Coromoto en las piernas.
Cuando se tiene un hijo, toda risa nos cala,
todo llanto nos crispa, venga de donde venga.
Cuando se tiene un hijo, se tiene el mundo adentro
y el corazón afuera.
Y cuando se tienen dos hijos
se tienen todos los hijos de la tierra,
los millones de hijos con que las tierras lloran,
con que las madres ríen, con que los mundos sueñan,
los que Paul Fort quería con las manos unidas
para que el mundo fuera la canción de una rueda,
los que el Hombre de Estado, que tiene un lindo niño,
quiere con Dios adentro y las tripas afuera,
los que escaparon de Herodes para caer en Hiroshima
entreabiertos los ojos, como los niños de la guerra,
porque basta para que salga toda la luz de un niño
una rendija china o una mirada japonesa.
Cuando se tienen dos hijos
se tiene todo el miedo del planeta,
todo el miedo a los hombres luminosos
que quieren asesinar la luz y arriar las velas
y ensangrentar las pelotas de goma
y zambullir en llanto ferrocarriles de cuerda.
Cuando se tienen dos hijos
se tiene la alegría y el ¡ay! del mundo en dos cabezas,
toda la angustia y toda la esperanza,
la luz y el llanto, a ver cuál es el que nos llega,
si el modo de llorar del universo
o el modo de alumbrar de las estrellas.
Autor: Andrés Eloy Blanco Meaño.

                                                         1896-1955

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