Diario La Nación: ¿Sueldo de subsistencia en 21 mil o antes fortalecer la capacidad productiva? (29-04-2.015)
Del latín “capacitas”,
la capacidad perfila una condición innata o adquirida (ligada a la educación)
de un ente personalizado, para realizar cualquier tarea o actividad con altos
dotes de efectividad. De tal forma, y sustentada por la base o estructura
económica de una sociedad, el término capacidad productiva o de producción,
hace referencia al máximo nivel de bienes y servicios que pueden generarse (“si
y solo si” existen las condiciones), en
función de la activación de procesos de producción: los cuales constituyen un
sistema dinámico de interrelaciones que parten de la utilización de factores
económicos (entradas o “inputs”), que son transformados a través de un
determinado nivel técnico o combinación de
“fuerzas productivas” (proceso), con la finalidad de generar un producto
final o valor agregado (salidas u “outputs”). Todo ello, determinando la
economía real, única fuente de bienestar; a diferencia de la “burbuja económica
o especulativa”, por ejemplo, el “bachaqueo”.
Adicionalmente, dentro
del grupo de los “inputs” o recursos productivos, se encuentra el trabajo
(etimológicamente debe su origen a la palabra en latín “trabis”=traba),
definido como el “esfuerzo humano aplicado a la producción de la riqueza”, el
cual se caracteriza por sintetizar toda aquella laboriosidad de carácter físico
o intelectual, invertidos en la actividad humana creativa y productiva, que contrarresta dificultades o
“tripalium” ( sufrimiento, de acuerdo a otras acepciones originarias),
con el propósito de satisfacer las
necesidades propias y autóctonas de la sociedad de manera sostenible. Incluso,
algunos de los representantes más insignes del pensamiento económico universal,
tales como, Adam Smith (1.723-1.790), David Ricardo (1.722-1.823), Jhon Stuart
Mill (1.806-1.873) o Karl Marx (1.818-1.883), ubican al factor trabajo como uno
de los pilares esenciales para el progreso de la humanidad.
Ante este
planteamiento, y al hacer un breve recorrido en la “máquina del tiempo”, se
logra hacer un “dibujo” de la realidad venezolana: i) Enclave económico
agrícola (hasta 1.920); ii) Enclave económico petrolero (desde 1.920); iii) Economía
de puerto y multidiversidad especulativa (época actual). Es decir, un panorama
histórico de la estructura económica, donde se detecta una relación de
dependencia multidimensional (económica, política, ideológica, cultural, etc.),
expresada por la etiqueta de ser un país
monoproductor-monoexportador y consumista. En efecto, se ha promovido
realmente la capacidad productiva, la utilización efectiva y productiva de los
recursos disponibles, su consecuente remuneración
justa y creciente (del factor trabajo, por ejemplo), y por tanto la calidad de
vida, pero de esas otras economías sobres las cuales se ha tenido relación.
Los análisis de
tendencia e indicadores como el “Coeficiente
de Gini” (que mide la desigualdad en el ingreso real de la población), resaltan
el grave problema estructural que presenta ancestralmente el “sistema
inmunológico” de la “vida económica” de Venezuela. Resulta por tanto urgente
cambiar el rumbo, romper con “círculos viciosos”, partiendo de la sinceración
de todos los actores involucrados, sin pretender “que las cosas cambien si
siempre hacemos lo mismo” (Einstein; 1.879-1.955). Se promueve la “seguridad
alimentaria”, pero se importa porque no se produce, y no se produce porque se
importa. Se quiere mantener a “raya” el núcleo inflacionario, pero el control
de precios de los productos (incluido el dólar), propicia la especulación en
todo, la perdida recurrente del poder
adquisitivo, e induce a “todos” a “bachaquear”. Se incrementan los sueldos para
contrarrestar la inflación, pero ésta sigue
su ritmo creciente debido al aumento de los sueldos, etc.
Toda persona perteneciente a la “población económicamente activa”, está en
su pleno derecho de exigir que se le
inserte de manera digna a la actividad económica, y demandar a su
patrono (público o privado), un sueldo o salario, que supere con creces el nivel mínimo
“relativo” de subsistencia. Por tanto: ¿Existe algún trabajador que no
aspire a una remuneración “indexada” que
cubra por lo menos la canasta alimentaria
(superior a los Bs. 20.000,00)? ; ¿El personal obrero, administrativo y docente
de las universidades, renuncia al “proyecto de convención colectiva única” (2.015-2.016) de
percibir hoy en día a lo sumo Bs. 25.313,00, Bs. 72.729,00 o Bs. 141.861,00,
respectivamente? ; ¿Los responsables de la gestión del Estado, y los representantes gremiales, invierten el
tiempo y los esfuerzos para fortalecer
la capacidad productiva, sustento de
toda remuneración justa, o viceversa?.
El gobierno nacional tiene sus razones de orden político y electoral para
seguir con sus políticas económicas (como los controles de precio). Quizás en
la misma sintonía, los gremios universitarios, ejercen acciones como el llamado
a “paro” o la realización de “tranconazos”
(con impacto inmediato en la golpeada rutina diaria de los venezolanos). Sin
embargo, mientras no exista un real cambio de actitud en redirigir las
gestiones, para enfrentar la disfuncionalidad de la capacidad productiva del
país y de nuestras universidades, cualquier intento de lograr un aumento
salarial digno y duradero, será frustrado y decadente.
Pedro Morales. Docente
Universitario. @tipsaldia
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