Bloqueo
Mientras que en
Venezuela algunos de sus líderes continúan con la propuesta de consulta popular para renovar la legitimidad del “interino” y
viabilizar en definitiva la “invasión” militar de Estados Unidos para
liberar el “bloqueo” que permita solucionar nuestros problemas, y el
oficialismo aprueba su Ley Antibloqueo para crear un muro de contención frente a las
sanciones y ataques desmedidos por parte de Estados Unidos, en el propio Estado
de la Unión se juega su destino, y sin exagerar el del mundo entero. Veamos:
Debido a resultar positivo por covid-19,
tres noches, desde el 2 de octubre hasta el 5 de octubre de 2020, estuvo
hospitalizado el presidente Donald Trump en el Centro Médico Militar
Nacional Walter Reed (Walter Reed National Military Medical Center),
localizado en Bethesda, Maryland, Estados Unidos.
Al presidente no
se le puede considerar como un paciente modelo porque tiene el privilegio
y acceso a un conjunto de elementos a favor de la salud que la mayoría no
tiene, sin embargo, su edad cronológica que alcanza los 74 años, no ha sido
motivo de debilidad frente a la amenaza cierta del patógeno letal. Tan cierto
que ha sido sorprendente y “milagrosa” su recuperación (quizás en parte por la
influencia del síndrome VIP), que después de habérsele aplicado todo un coctel
de anticuerpos
monoclonales, parece mostrar
una salud blindada y fortificada: además de un amalgamado sistema inmunológico.
No obstante, la aparente recuperación no es motivo para afirmar que la
infección ha sido completamente neutralizada y eliminada. De hecho, debe
esperarse el desenvolvimiento de la enfermedad en los próximos días, según lo
establecido en los protocolos médicos sanitarios.
Pese a lo hermético
y renuente de la vocería de la Casa Blanca para dejar fluir la información
veraz y oportuna, es un hecho público y notorio la cantidad creciente y
significativa de funcionarios del equipo del presidente, que han estado
resultando positivo por SARS-CoV-2. Pero, continuando con la misma postura de
minimizar su alta peligrosidad mortal, el mandatario que sigue convaleciente
(hasta que así lo demuestren las pruebas que amerita el caso), previo a
ingresar nuevamente a su residencia oficial y principal centro de trabajo, “The
White House”, reincidentemente mostró un mensaje a su nación y al mundo entero, que la mascarilla y el
distanciamiento social no son necesarios.
Diera la impresión
de que no cabe en su cosmovisión, estatus espiritual, nivel de conciencia,
coeficiente emocional y condición humana en general, haber manifestado
que pasar por el propio lugar de acontecimientos, vivir en carne propia el
padecimiento o estar en la “escuela” de los efectos del virus, había aprendido la lección, al no cuidarse como
debía ser, esto por tener un ego vanidoso, actitud arrogante y falta de humildad.
En el futuro
inmediato se sabrá con precisión todo este embrollo de elementos de salud,
política y presión electoral, sobre todo en lo que concierne a la derrota
inminente que tendrá el próximo 3 de noviembre de 2020 en las elecciones de los
Estados Unidos. Esto según la tendencia observada en todas o casi todas las
encuestas levantadas, en especial después del debate del
martes 29 de septiembre y
del miércoles
07-10-2020, donde la
adversidad para el candidato del partido republicano es aplastante, y a nuestro
concepto de carácter incambiable: “a menos que ocurra una alteración grande de
la normalidad…”
Téngase en cuenta
al respecto: i) Ahuyenta a sus posibles votantes con un estilo
agresivo, prepotente y actitud falaz: que en realidad no le agrada a la mayoría
(jóvenes, mujeres, minorías raciales y tercera edad ii) Decisión
lapidaria, y que resulta en la práctica el irreversible “bloqueo” del candidato
Trump en sus aspiraciones de renovar su mandato presidencial: la “Comisión de
Debates Presidenciales” ha
anunciado que los próximos dos debates adoptaran el formato virtual por
resultar positivo por coronavirus el presidente.
El
Sistema Electoral de los Estados Unidos de América (Testimonio de: Johnny A. Molina / Economista ULA/
Data Scientist / GIS Professional. 28 años en Florida).
El sistema
democrático de los Estados Unidos de América es conocido y admirado en el mundo
por su apego a la Constitución ideada y escrita por los “padres fundadores” de
la República y puesta en efecto el 4 de Julio de 1776. El Colegio
Electoral –descrito en la enmienda XII– provee el procedimiento mediante el
cual se elige el presidente y vicepresidente. Mediante este sistema, el
presidente de Estados Unidos no es elegido directamente por el pueblo sino por
los “electores del pueblo”.
La elección
general es un proceso de dos pasos. Primero, todos los electores emiten su voto
el día de las elecciones en cada estado del país. En casi todos los estados el
candidato que obtiene la mayoría de los votos gana los “votos electorales” de
ese estado y obtiene ese número de “electores” in el “Colegio Electoral”.
Cada estado tiene un número de “electores del pueblo” basado en el número de
sus representantes en el Congreso. Cada elector emite un voto electoral una vez
que la elección general ha tenido lugar. Hay un total de 538 votos electorales.
El candidato que obtiene más de la mitad de los votos (270) gana la elección.
Los estados con
mayor población tienen más representantes en el Congreso y por lo tanto más
votos electorales. California, Texas, Nueva York, Florida, Illinois y
Pennsylvania tienen 55, 38, 29, 29 y 20 votos electorales respectivamente.
Alaska, Delaware, Montana, North Dakota, South Dakota, Vermont y Wyoming tienen
solo tres votos electorales cada uno. Es por esta razón que la estrategia
electoral tiene un papel vital en el proceso y ha llevado a la presidencia
candidatos que no han obtenido la mayoría del voto de la gente o voto popular
como se le llama en Estados Unidos.
Donald Trump
obtuvo aproximadamente 3 millones de votos menos que Hillary Clinton en las
elecciones de 2016. Históricamente, candidatos que han llegado a la presidencia
perdiendo el “voto popular” no son considerados totalmente legítimos. La
presidencia de Donald Trump se ha visto empañada por una serie de escándalos
entre ellos la sospecha que su campaña recibió ayuda de extranjera,
particularmente de Rusia, retórica antiinmigrante, simpatía por grupos blancos
supremacistas y abuso de poder que llevó a la cámara de representantes a
seguirle un proceso político para sacarlo de la presidencia. Trump y sus
seguidores ven todo esto como un ataque de lo que llaman la “izquierda radical”
que buscan convertir este país al socialismo y usan ejemplos como Venezuela
para ilustrar en lo que se convertiría Estados Unidos en caso de que el
candidato demócrata Joe Biden gane las elecciones.
Por supuesto que
estas son exageraciones. Igualmente se podría argumentar que Estados Unidos ya
se parece a la Venezuela de 20 años atrás cuando el fallecido presidente Hugo
Chávez ganó la simpatía de millones de venezolanos cansados de la corrupción y
clientelismo de la IV República, ganó las elecciones y gobernó por muchos años
usando retórica y métodos parecidos a los que emplea el presidente Trump,
concentrando el poder en un grupo de seguidores cercanos y familiares, quienes
tenían intereses y agendas personales por encima del bien común. El común
denominador es el autoritarismo, el ataque a los medios de comunicación,
descrédito de las instituciones gubernamentales y el apoyo a teorías
conspiratorias de las cuales se alimentan a menudo los grupos extremos de la
derecha.
Ante la proximidad
de las elecciones, el descenso en las encuestas, una economía en decadencia por
los efectos de la pandemia y pesimismo general, el presidente Trump ha empezado
a sembrar dudas entre el electorado de un posible fraude electoral si la
votación se hace por correo mediante las llamadas “tarjetas de votación para
votantes ausentes” y asomado la posibilidad de no aceptar los resultados de las
elecciones de noviembre. Esto es un hecho sin precedentes en la historia del
país que ha causado preocupación general aun cuando los líderes de ambos
partidos han asegurado que no hay nada de qué preocuparse. Donald Trump puede
ser escoltado fuera de la Casa Blanca en enero de 2021 si pierde las
elecciones, pero el daño por pérdida de confianza en las instituciones
democráticas ya estaría hecho y como sabemos los venezolanos, de eso ninguna
nación se recupera fácilmente.
Fuente: “Perspectiva
Económica y Académica Contemporánea”. UNET. Años: 2018 al 2020.
Pedro Morales.
Economista
ULA (1989)
Docente
Universitario ULA-Mérida (1991-1996)-UNET (desde 1997)
Profesor
Titular
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